¿Alguien nota lo que valen las palabras, lo que pueden generar? Todos los días nos vemos pronunciando, escribiendo o pensando millones de palabras, y lo llamativo es que a veces no sabemos ni la mitad de lo que generamos con ellas, o lo que realmente significan.
Suelo cruzarme con gente que se comunica a través de las señas, que desde que nacieron o por algún desafortunado acontecimiento de sus vidas, se ven con la deficiencia de no poder llevar sus sentimientos, sus pensamientos o sus quejas a algo tan especial y mágico como son las palabras con su respectiva pronunciación; o aquellas personas que por no contar con su visión, no pueden deleitarse con verlas escritas en un texto, un cartel…
Lo paradójico es que aquellos que tenemos la posibilidad de usarlas no lo valoramos, y perdemos el tiempo y las palabras empleándolas en una forma trivial , sin pensar en lo que generamos al abusar de ellas o al no utilizarlas.
Siempre que hablo o escribo, dentro mío estoy pensando en lo diferente que sonaría todo, o cómo cambiaría el significado y la reacción de los otros si omitiera o agregara algún término.
Además, suelo detenerme a pensar en cómo una simple (o lo que parece serlo) combinación de letras puede tener más de un significado y diferentes idiomas p pronunciarla.
Pienso que algunas palabras, cortas o largas, son capaces de transmitir paz, como también angustia o maldad, más allá de por su significado, también por su fisonomía, sus letras, sus sonidos; y que pueden llenarnos de una forma extraordinaria si sabemos valernos de ellas.
Creo que uno es dueño y esclavo de lo que dice, por falta de esta conciencia.
A veces una palabra dicha a media voz puede sonar demoledora. Ciertos susurros pueden resultar armas de destrucción masiva que asolan los ánimos y nuestros planes.
Una declaración de amor hecha con voz queda atraviesa nuestro pecho como una ráfaga de viento fresco en verano.
El insulto susurrado se clava en nuestras sienes llenando nuestros pulmones de aceite hirviendo.
El insulto susurrado se clava en nuestras sienes llenando nuestros pulmones de aceite hirviendo.
Ismael Serrano
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