jueves, 30 de octubre de 2014

Madurar.

Ayer le comentaba a mi madre cómo es que gradualmente fui dejando de quejarme de cosas en las redes sociales, y no es porque m haya vuelto un poco zen como supo insinuarme una amiga que quizás malinterpreta por estar en otro país, sin ir más lejos recién maldije como si no hubiera un mañana a la vida y a mi misma por no encontrar una mísera lapicera en un departamento de 10x10, o 12x10, qué importa.
Quizás todo esto pueda deberse a que maduré, lo que no significa que haya dejado de exasperarme la estupidez de la gente ni que esté más tolerante, sólo que considero que madurar no es dejar de odiar lo inevitable sino que las cosas que no soportamos no nos impidan dormir bien por la noche (o cuando sea que amerite una siesta)
Ya no m preocupa desenmascarar a aquel sujeto que se hizo el rockstar para caerme bien y terminó siendo tan o más pelotudo que todos, ni a la que se hace la vegetariana cuando hasta hace una semana estaba internada en M'c Donalds, o a la que se hace la reina de Inglaterra mientras soba quenas y/o almejas en el baño del boliche.
Porque ESO es madurar, dejar que los demás sean unos giles como quieran mientras vos te divertís escribiendo sobre cuánto los detestas (sí, estoy viviendo una fiesta mientras escribo esto) y si te da sueño te tirás en la cama y te levantás quién sabe cuándo después de soñar que te curtís a Mirtha Legrand y nadie puede juzgarte. Porque el derecho común es ser un gil retorcido con pensamientos del orto y hacer lo que quieras con tu vida y tus sueños.

1 comentario:

  1. madurar no es dejar de odiar lo inevitable.. me alegra que sigas siendo vos y lo tengas claro ajaja. te quiero muchísimo amigaaa! y te extraño horrores!!

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