miércoles, 26 de enero de 2011

En mi pecho siento el recuerdo de tu calor.

Rara vez m quedo sin palabras. Sabés que hablar siempre fue mi fuerte. Mientras vos con dos o tres palabras m dejabas regulando y sin poderte retrucar. ¿Sabés hace cuánto no pasa algo así? Y  no es por jactarme de persuasiva, sino por confirmar que no hay persona que pueda asimilarse ni un poco a vos.
Cada vez que algo m pasa, que siento fracasar o que simplemente no se p dónde disparar por encontrarme en lo mismo de siempre, estás ahí, y quiero saber qué m dirías, quiero escuchar que como siempre m apoyes aún sabiendo los dos que podría haber hecho las cosas mejor. Cada vez que m veo afectada por los demás pienso en una puteada tuya diciendome que no le de bola a nadie, que la más importante de todos soy yo y los que realmente quiero, los que YO dejo entrar a mi vida, los que dejo entrar realmente, y puedo jurar que son muy pocos. El problema siempre estuvo en saber cuidarlos... ahora de más grande (aunque empecé a vivirlo muy prematuramente, p mi gusto) veo todo lo que m decías, lo que m anticipabas del mundo. La gente que yo nunca pude creer que exista y vos, con tus décadas de años más que yo, veías tan natural, lo tenías tan naturalizado. Hoy m toca naturalizarlo a mi, saber que van a estar siempre y buscar la mejor forma de sobrellevarlo. Hay algo que m tranquiliza y es que tenés un discípulo en la familia que no te falla nunca, se encarga de predicar todo lo que alguna vez nos enseñaste y recordarmelo en cada ocación, por muy lejana que sea, que puede. Y m da felicidad mientras lloro, m hace reír pensar en eso, escucharlo y que m parezca verte a vos, con tu capacidad de mandar a la mierda con todo el amor del mundo. No sabés, nadie sabe cuánto necesito todo eso de vos. Nadie imagina cuánto te necesito...

No hay comentarios:

Publicar un comentario