martes, 2 de noviembre de 2010

El poder de los sueños

Todavía no puedo identificar qué era lo mejor de él.
Si su cara, su cuerpo, su sonrisa, su voz... su voz. Su simpatía mezclada con un poco de timidez, o el inmenso amor que alguna vez sentí m hacía verlo como lo más perfecto que pude haber tenido.
Pasamos tantas cosas que no puedo enumerarlas. Podría sentir que era uno de esos amores que te hacen volar, con los que no paras de sonreír y observar sus virtudes como si fuese la última vez que lo disfrutás. Cuando todo lo que dice te llena el alma y podrías vivirlo mil veces más que jamás te cansarías, nunca podría molestarte.
Tengo dos recuerdos muy presentes: su voz, y algo muy raro que nunca había sentido antes; cómo m estremecía tenerlo cerca, sentir que no merecía tenerlo.
No creo que haya habido algo más hermoso que despertar a su lado o dormir entre sus brazos. Parecía que todas las ilusiones que algún día tuve y no cumplió, las estuviera haciendo realidad de una forma tan conjunta que m deslumbraba, m hacía imaginar el futuro más hermoso, aunque por razones que desconozco no parecía ir a durar mucho.
No recuerdo haberle expresado amor con palabras, ni que él lo haya hecho tampoco. Pero... las miradas y sonrisas hablaban por sí solas. Demostraban algo hermoso, auténtico, transparente.
Hay algo que m perturba un poco y es el hecho de no poder ir más allá de lo que pensé, a lo que sentí, a las sensaciones , a pesar de que no acostumbro recordar la mayor parte de ellas.

Y vuelvo a recordar su sonrisa, su mirada excesivamente generadora en mí. Su voz que m intimidaba y m hacía sentir mínima.
Y algo m perturba, m pone nerviosa y m hace sentir que lo pierdo todo en un instante.
Abro los ojos y m encuentro con la soledad, la distancia, y el ameno pero borroso recuerdo de un sueño que doy mi vida porque se haga realidad.

¿Cómo puede ser?... algo tan volátil, tan olvidable... se m va de las manos, se pierde entre mis dedos.
M desespera, m enardece, m llena de ira y m frustra.
Era tan real. Pero no es más que una simple compaginación de cosas reales y otras que ni siquiera viví. Y quiero vivirlas. Y no tengo cómo. Y maldigo, y lloro, y temo.

Los sueños tienen la mala costumbre de hacernos creer que son mensajes de alguien que nos habla a la distancia, que no está, cuando en realidad no hablamos con nadie más que con nosotros mismos, mostrándonos lo que deseamos, lo que queremos ver, escuchar o sentir.
Porque los sueños tienen el poder de hacer a los demás sentir y pensar como a nosotros nos gustaría. Así como a veces tienen la fuerza de hacernos saber aquellas cosas que despiertos preferimos ignorar.


Hay tanta realidad y fantasía en esto, que m empiezo a preguntar hasta dónde vivo las cosas y hasta dónde m las invento. Pero... a nadie le hace mal soñar, ¿no? Soñar no cuesta nada.

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